Lo confieso, andaba para el imperio. Pero para el chino, que es al que ahora Venezuela le debe hasta el alma, según se vislumbra en los poco claro acuerdos firmados entre el gobierno de Chávez y el chino. Según algunas estimaciones con base en lo que se conoce, cada familia venezolana le debe a China 65 millones de bolívares fuertes. Pero… ¿y lo que no se conoce? ¿Cuál de nuestras futuras generaciones, si alguna, terminará de pagar estos compromisos a un gobierno que no perdona nada?
Al no más llegar a Shanghai, cualquier idea preconcebida acerca del comunismo que creemos controla a China comienza a sufrir tropiezos. Intrincadas autopistas perfectamente señalizadas y pavimentadas conectan la superficie de la ciudad, mientras un moderno y complejo, pero organizado sistema de metro hace otro tanto bajo tierra. Vehículos Toyota, Mazda y cualquier otra marca asiática se mezclan con otros BMW, Volvo, Mercedes, Maserati, Porsche, Jaguar, etc. Los suburbios están cubiertos de nuevas y modernas urbanizaciones inmensas, ya construidas y habitadas, o en proceso de construcción. Un bosque de torres de grúas da una idea de la gran demanda de viviendas. Viviendas privadas, pues ya no requieren compartir un apartamento entre varias familias. En los gigantescos centros comerciales no faltan tiendas McDonalds, Pizza Hut, Carrefour, Walmart, Cosco, Gap, Levis, Nike, Cartier, Gucci y cualquier otra marca o cadena de tiendas internacional.
El consumo eléctrico de la ciudad sin duda deja en pañales al de Las Vegas: vallas de neón y pantallas de televisión de tiendas y hoteles, restaurantes hacen innecesario el igualmente disponible alumbrado público. Coloridas y cambiantes luces de neón dibujan los bordes, balcones, techos, torres de los edificios y autopistas. La casi totalidad de apartamentos tienen sistemas de aire acondicionado y calefacción. En otras palabras, la ciudad ha sabido satisfacer la creciente demanda de energía eléctrica de sus más de 23 millones de habitantes, haciendo que el progreso no sea sólo una ilusión ni una excusa para justificar servicios deficientes. Con un sistema de metro que transporta hasta 7.4 millones de personas al día, imagínense si alguna de las 12 líneas y 242 estaciones de metro tuviese frecuentes fallas por problemas eléctricos.
Y lo mejor de todo: ni un solo cartel cuelga de los edificios públicos y ninguna valla en el camino anuncia obras; ninguna cadena interrumpe la transmisión de televisión, tanto local como por cable, al menos eso nunca ocurrió durante las semanas que duró mi estadía. Las obras están allí y se ven. En China los gobernantes trabajan; no se queda en palabras que, por demás, quitan tiempo para los hechos. Hay que viajar muchos kilómetros a través de tierras cultivadas en su totalidad para ver algunos vestigios del antiguo comunismo: una foto de Mao en la entrada de la ciudad prohibida y los guardias caminando hombro con hombro en la famosa plaza Tiananmen.
No todo es perfecto, claro. No lo puede ser en ningún ámbito creado por el ser humano. Veinte años de abierto capitalismo de Estado son insuficientes para corregir los desastres causados por décadas de empobrecedor comunismo y siglos de opresión. Existe aun mucha pobreza y una gran desigualdad social: fastuosos palacios privados con entradas que parecen monumentos históricos europeos le recuerdan a las miserables viviendas que se apilan al otro lado de la calle quien se ha apropiado de todo su trabajo y esfuerzo; la violación de las normas básicas de respeto y convivencia es en sí la norma: es común el que la gente escupa, orine o bote basura en la calle, mientras que las señales de tránsito parecen ser sólo bonitos adornos; la ineficiencia en los sistemas de información, logística y organización pone en evidencia su juventud; las restricciones en cuanto a acceso por internet en cierta paginas (youtube, facebook...), en un ambiente plagado de los más sofisticados teléfonos móviles al alcance de todos, sólo incita a que otras miles surjan para sustituirlas.
Así pues, el comunismo ha tenido que recurrir al capitalismo para corregir sus fallas. ¡Y de qué manera! Para el ferviente creyente en el comunismo, que necesite más pruebas de que lo que queda de rojo en China es básicamente el color de su bandera, he aquí algunas pistas:
* La educación en China es gratuita… sólo hasta el noveno grado. Los últimos tres años de bachillerato son pagos. Ninguna universidad es gratuita, por lo que los campesinos difícilmente pueden pagar la educación de al menos uno de los dos hijos que se les permite tener. El proceso de admisión en las universidades incluye aprobar un exigente examen de admisión. Las universidades chinas y los institutos universitarios tienen abiertos convenios de cooperación con universidades y organismos norteamericanos (de hecho mi estadía fue pagada por el Banco Mundial).
* La salud no es gratuita a ningún nivel y para ningún ciudadano, independientemente de su clase social (si, existen clases sociales). El gobierno sólo subsidia un porcentaje, que varía según región y circunstancias.
* La economía está altamente descentralizada. Cada provincia tiene libertad incluso en términos del uso de los recursos que genera y le paga al Estado Central una tasa sobre lo recaudado. Así, cada provincia es dueña y creadora de su propio progreso. El gobierno no interviene en la fijación de precios, ni siquiera el salario minimo. Segun los mismo chinos dicen: "en comunismo se le paga a cada individuo según su trabajo"...(no se les parece al capitalismo?).., "mientras que en socialismo se le da a cada individuo lo que necesita". Ellos sin duda están contentos con su capitalismo que llaman comunismo.
* Existe plena libertad para comprar y vender dólares y otras divisas, y no sólo para los visitantes.
* La propiedad privada existe y se respeta. Las familias pueden adquirir viviendas según sus posibilidades. Estas viviendas son de su propiedad. Para las familias más humildes, el Estado ofrece la posibilidad de apartamentos a alquileres bajos. No se les regala vivienda, ni se les incita a robar la de otros. Un detalle si: la tierra de cultivo es propiedad del Estado, aunque los privados pueden pedirla en concesión. Los sistemas de producción agrícola son altamente intensivos en mano de obra y bastante rudimentarios, donde la explotación del hombre por el Estado es probablemente la más importante muestra de lo que queda de comunismo.
Ahora, ¿por qué se habla de capitalismo de Estado? Porque es el Estado quien es dueño de las empresas nacionales y franquicias internacionales; es el Estado quien promociona la entrada de grandes transnacionales, dado que las empresas locales son altamente ineficientes; porque es el Estado quien promociona la salida de empresas domésticas para que retornen al país como empresas internacionales eficientes.
Sin duda el cambio de enfoque del gobierno chino de pasar, después de décadas fallidas de crecimiento cerrado, a una economía orientada a los mercados internacionales ha funcionado bastante bien. Probablemente ello explica porqué el PIB per cápita Chino creció de $1.100 en 2002 a $4.400 en 2011 (300%); el nivel de alfabetismos es 96% (2011) y la estatura promedio del pueblo chino aumentó 2.1 cms en 9 años (por cierto este es un hecho que los mismos chinos reconocen; no necesitan pancartas anunciándolo, como las mentiras que cuelgan en la sala de inmigración de Maiquetía).
Este cambio de enfoque explica el por qué todo lo que se compre, cualquiera sea el mercado o país, tenga el sello de “Hecho en China”. Y no me refiero sólo a los pobres productos con que nos han invadido el país. China tiene niveles o estándares de calidad para satisfacer distintos gustos: productos de calidad a precios más bajos que otros similares fabricados por sus competidores; productos de mediana calidad, que también compiten en precio con otros de similar condición; y productos de pésima calidad para ser importados con sobreprecio en países donde nada se produce, nadie rinde cuentas y la comida se pudre en los puertos.
Después de ver tanta riqueza y tanto progreso termina uno preguntándose por qué China, siendo tan poderosa y con una ideología supuestamente a tono con la de nuestro gobernante, no nos regala las casas que nos está construyendo, mientras que nosotros, mucho menos poderosos y sin duda más necesitados, nos damos el lujo de regalar casas (ojala fueran sólo casa!!!) por doquier. ¿Será que el comunismo chino no parte de la premisa máxima del comandante venezolano de “luz para la calle”? ¿O será que el comunismo chino no es tan solidario, precisamente porque es muy capitalista?
Los que ven en cada crisis mundial el fin del capitalismo deberían preguntarse por qué el comunismo, para sobrevivir, se transforma en capitalismo, pero lo opuesto no ocurre. Sin duda, el comunismo chino es mucho más capitalista que el capitalismo norteamericano. Lástima que nuestros gobernantes sólo busquen su propia conveniencia y sus ilusos seguidores les crean. Esperemos no sea ya muy tarde para comenzar a reconstruir nuestro país. No podemos seguir lamentándonos de la grandiosa oportunidad que nos brindó el destino con años de altísimos ingresos petroleros que este gobierno no supo aprovechar. Habrá pues que reinventar nuestro desarrollo sobre nuevas bases para rehacer este país que se nos cae a pedazos. De allí que tengamos que buscar ideas innovadoras y dejar de creer en lideres que viven en un pasado que ya incluso sus principales exponentes están abandonando.