Somos felices y no lo sabíamos. En junio de este año 2012 recibimos la grata noticia de saber que, según el Happy Planet Index (HPI) de la firma Gallup, somos el noveno país más feliz del mundo y el séptimo en términos de bienestar. Si no nos lo dicen no nos damos cuenta. Nos superan en felicidad Costa Rica, Vietnam, Colombia, Belice, El Salvador, Jamaica, Panamá y Nicaragua, mientras que gozan de mayor bienestar que nosotros Dinamarca, Canadá, Noruega, Países Bajos y Suecia. Ya poco antes, en mayo de este mismo año, el World Happiness Report (WHR) colocaba a Venezuela en el puesto número 19 en materia de felicidad, por encima de Alemania, El Salvador, Colombia y España, y por debajo de Dinamarca, Finlandia, Noruega, Holanda y Canadá. No obstante ser producto del imperio, ambos reportes fueron ampliamente publicitados por los medios oficialistas, acompañados de imágenes de un sonriente Chávez, en claro recordatorio de a quien le debemos tamaña dicha. ¿Cómo se determinan estos indicadores? El primero de ellos se basa en las expectativas de vida, satisfacción y huella ecológica de los países, mientras que el segundo toma en cuenta elementos en materia de salud, trabajo y familia, además de la posesión de bienes materiales. El HPI indicaría entonces que los venezolanos tenemos una alta expectativa de vida y que estamos satisfechos con los logros personales alcanzados, amén de que somos cuidadosos con el medio ambiente. No somos de los primeros en bienestar, como es el caso de los países desarrollados arriba indicados, ninguno de los cuales es feliz. Se entiende entonces que bienestar y felicidad no son lo mismo, lo cual indica que la propuesta del gobierno de alcanzar la “mayor suma de felicidad posible” no requiere dotar al país de mejores escuelas, hospitales, puestos de trabajo, etc. De allí el abandono y deterior de todos los servicios en el país: ellos no son necesarios para ser felices. Entonces, ¿qué se requiere para alcanzar la felicidad? Estados Unidos ocupa el puesto 105 en el ranking del HPI a pesar de tener una mayor esperanza de vida que nosotros. Pero evidentemente están insatisfechos con sus logros: el cochino capitalismo les hace desear cada vez más, mientras que el socialismo nos inyecta la calmada satisfacción del conformismo. Así, para que preocuparnos si total vamos a vivir menos que los gringos, daneses, canadienses, etc etc. Bien dice el refrán “no han mal que dure 100 años…”. Si lo sabremos en Venezuela donde nuestros jóvenes se mueren de a miles cada mes. Según la propia Gallup, el factor ambiental es la principal causa por la cual los países desarrollados están por debajo en el ranking. Debe ser que nuestros desastres ecológicos son menos, de menor impacto y los recuperamos con mucha mayor prontitud. Si no, veamos la celeridad con que fue esclarecido y resuelto el desastre en Amuay o el derrame de petróleo en Monagas. Po otro lado, según el WHR, los venezolanos somos felices, aunque no tanto como según el WHI, no obstante no tener trabajo; no tener acceso a adquirir los bienes básicos, ya sea por escasez o por insuficiencia de recursos; no contar con servicios de salud medianamente decentes, entre otros. ¿De nuevo el conformismo? No lo sé, pues los americanos nos aventajan en este indicador, al ubicarse en el puesto número 11. Desde hace décadas los economistas medimos la insatisfacción o penuria que le causan a la sociedad la falta de empleo y la dificultad de adquirir los bienes necesarios para substituir a través del Misery Index, o índice de miseria, aunque muchos economistas prefieren no usar la traducción pués los términos misery y miseria tienen elementos comunes pero no son necesariamente idénticos. Dicho índice se calcula fundamentalmente a partir de los niveles de inflación y desempleo y, a diferencia de los anteriores, los primeros lugares son los peores pues indican mayor desempleo e inflación. Así, según The Economist y utilizando cifras oficiales, Venezuela ocupa el segundo lugar (Macedonia es el primero e Irán el tercero), mientras que Estados Unidos se encuentra en el puesto 50. Según otras fuentes, Venezuela ocupa el primer lugar, seguido de South África y Vietnam. En ningún momento voy a creer que el venezolano es feliz si no tiene empleo, si sus recursos no le permiten alimentarse a sí y a los suyos, si no tiene acceso a servicios públicos, educativos y de salud de calidad, si la inseguridad es lo único de los que puede estar seguro. El mejor índice está en la calle, algunos lo vemos claramente; otros se niegan a verlo e incluso se refieren a él como una “sensación”. Pero cuando van al mercado con temor a ser asaltados y compran la mitad de lo que pensaban adquirir, o cuando visitan un centro de salud y les dicen que no hay medicamentos, o cuando deben transitar por calles rotas, o cuando se quedan a oscuras por falta de energía, sin duda se preguntaran cuan cierta es esa sensación. De lo contrario se ajustan al WHI: felices pero miserables.
jueves, 20 de septiembre de 2012
SOMOS FELICES Y NO LO SABIAMOS
miércoles, 12 de septiembre de 2012
ORO QUE NO VES…
En los sótanos de la Reserva Federal en Nueva York, a
más de cinco pisos de profundidad, se encuentra resguardado, en cámaras
selladas y antisépticas de acero inoxidable,
oro de muchos países como Francia, Suiza, Inglaterra. Cada lingote lleva
el sello del propietario, parecido a como se sella el ganado. ¿Por qué los
países depositan su oro en el exterior? Este método de almacenamiento conjunto
les ahorra a los países propietarios muchos gastos: abarata el costo de su
custodia, al ser compartida entre varios, y
elimina los gastos de traslado del precioso metal a otro país como
garantía de préstamo: el traslado se hace de un estante a otro en lugar de
cruzar cielos y mares.
Como algunos de ustedes recordarán, entre finales del
2011 y principios del 2012 el gobierno venezolano repatrió las más de 200
toneladas de oro que habían sido depositadas en bancos en el exterior
(Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Canadá).
Según el presidente del BCV, este oro, cuyo valor excede los 11 mil
millones de dólares, se encuentra resguardado en las bóvedas del propio BCV.
Según Chávez, Merentes y otros miembros del gobierno alegan, la repartición de nuestro
oro fue un “acto de soberanía”. Pero,
como se dijo anteriormente, los países no necesitan ver su oro para saber que
lo tienen, y los países acreedores tampoco. Además, dudo mucho de que Suiza, por citar alguno, se
cuestione su soberanía por preferir mantener el oro en los Estados Unidos.
En un país donde se importa todo lo que comemos y todo
lo que se deja pudrir en los puertos, la sola mención de la palabra “soberanía”
resulta cuando menos preocupante. ¿Seremos tan soberanos en oro como lo somos
en alimentos? El oro no se pudre, pero … ¿será posible que se evapore? ¿Tendrá
Venezuela instalaciones adecuadas para tales fines? Las dudas son más que
lógicas: se ha escuchado hablar de traslados de oro del BCV al fuerte Tiuna.
Todo es posible. Incluso se dice que la espada de Bolívar anduvo perdida hace
pocos años atrás, suponiendo que aún sea verdadera.
Cierto es también que, en estas circunstancias, ningún
país nos prestará dinero si no pueden
corroborar que tenemos oro para respaldarlo. Pero a este gobierno no le
importa, pues le basta con seguir hipotecando nuestro futuro y endeudando
nuestra empresa petrolera. Tampoco importó el exorbitante gasto que significó
su traslado, el cual se estima en mas de $400 millones, y que podía haberse utilizado para construir
viviendas, mejorar escuelas, hospitales, vialidad, etc.
En una época de desespero político, ante la proximidad
de las elecciones con un contrincante nada fácil pisándole los talones, podría
uno preguntarse si nuestro oro estará verdaderamente resguardado, especialmente
dada la costumbre del actual gobernante de hablar continuamente de contraloría,
sin jamás rendir cuentas de nada. Como dice el refrán, zamuro cuidando carne.
Nada me extrañaría
que, cuando Capriles asuma el mando se encuentre con las arcas vacías. Al fin y
al cabo, oro que no ves, corazón de mi patria que no siente.
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