A raíz de los resultados de las regionales, pensé que una solución muy particular para salir de la pesadilla chavista era conformar una nueva república, la República Independiente de Zumeta, o cualquier combinación que los nombres de los estados Zulia, Mérida y Táchira permita. Esta idea me pareció que contaría con el apoyo del Zulia, estado que en el pasado ya ha hecho ruido al respecto, en serio jugando, e incluso con el del propio Maduro, quien tan vehemente criticó al imperio español por oponerse a las intenciones separatistas de Cataluña.
La república de Zumeta sería nuestra salvación (bueno, la de los que en esos estados vivimos). Contaría con producción petrolera, agricultura y ganadería, turismo, universidades, frontera con Colombia, apertura al mar y otras riquezas que no por no incluirlas en esta lista son menos valiosas. Tendríamos un vecino molesto (Venezuela), pero sus problemas serían de “ellos”, por lo que podríamos comenzar a crear los nuestros, a la par que iríamos resolviendo los que pudiésemos heredar.
Comenzaríamos por crear nuestras nuevas leyes. Quedaría terminantemente prohibido el acceso a todo venezolano de corazón más rojo de lo común y bolsillo verde, más aún si la vestimenta es del mismo color que el bolsillo, a fin de evitar que la semilla del mal se implante de nuevo en el territorio recién creado. Se prohibirían las boinas rojas y las estrellas podrían utilizarse, sólo si no vienen solas y son de cierto color. Se prohibiría la entrada de todo aquél venezolano que, habiendo logrado alcanzar un nivel de vida superior al de sus padres gracias a haber recibido educación y salud gratuitas de calidad desde su niñez, apoyó de manera sistemática la destrucción que retrocedió al país a los años 1950s (por ahora). Con estas prohibiciones básicas, tendríamos un escenario atractivo para la inversión doméstica e internacional, para llevarnos de nuevo al futuro que para otros países ya es pasado y comenzar así, a partir del 2018 a caminar con el tiempo, nunca en su contra.
Pensaba con mucha ilusión que en esta nueva república podría mostrarle a mis nietos cosas sencillas que formaron parte de mi niñez y la de mis hijos y que permiten agregarle calidad de vida incluso al más humilde: sentarse a conversar en una plaza, hacer un picnic en un parque o a la orilla de un río, caminar por un bosque o hundir los pies descalzos en una playa solitaria, jugar una caimanera en una cancha pública, en fin actividades cuyo disfrute no implicaba mayores costos, si alguno, y que entretenían por igual al rico y al pobre, o ambos simultáneamente. También pensaba que en esa nueva república podría volver a estar en mi casa, celebrar cumpleaños en familia con la mesa más o menos llena, según las posibilidades; recuperar los miembros de esta familia de inmigrantes italianos que recientemente han tenido que seguir los pasos de sus abuelos y bisabuelos y que en los últimos años han abandonado la única tierra que conocían para irse a probar fortuna en otras partes (47% de mi familia de sangre se encuentra fuera del país; todos, excepto yo misma, se fueron este año). En fin, recuperar esos pequeños detalles de la vida que han caído en el olvido ante la perentoriedad de conseguir alimentos y medicinas y, literalmente, no morir en el intento.
Las posibilidades de iniciar un movimiento separatista se vinieron abajo con la decisión de los gobernadores de Táchira y Mérida, entre otros, de rebajarse a ser juramentados ante la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) argumentando pretextos que solo les sirven para justificarse ante su propia conciencia. Escuchando los comentarios de la gobernadora electa del Táchira acerca de cuánto le pidió el pueblo que aceptara esta humillación, no pude sino sentir lástima. Dudo mucho que haya tenido tiempo para hacer la consulta a la que aduce y, ante todo está la dignidad personal, la del cargo y la de la región que representa.
Todos teníamos claro que las elecciones se harían de forma deshonesta por parte de quien pone las normas, antes, durante y después del propio proceso electoral; que el gobierno no le perdonaría a la oposición el tener que desprenderse de algunas gobernaciones para maquillar un poco un proceso fraudulento; sabíamos que se crearían instituciones paralelas, con más recursos que las originales. Era necesario participar, no para hacernos de algunas gobernaciones y quitarle poder al gobierno, sino para obligarlo a hacer trampa y no dejarle el camino abierto. En el proceso, era posible que varias o todas las gobernaciones "ganadas" se perdieran, ya sea con la maquinita de votos de Tibisay & Co, o con artimañas como la juramentación ante un organismo falso como la ANC. Votar o no fue una decisión difícil; cualquier curso de acción encontraría críticas. Supongo que tampoco debe haberles sido fácil ir a la ANC y someterse a ella pero, decía Mae West, entre dos males, siempre hay que escoger el que no se ha probado nunca. Y al gobierno ya se le conoce.
Estos cuatro gobernadores, devenidos en parias mal vistos en ambos lados del espectro político, no tuvieron tiempo suficiente para pensar las consecuencias que su acto de sumisión le acarreará a futuro, más allá de los insultos actuales, la risita de Delcy Rodríguez y el retiro del apoyo político. No puedo imaginarme cómo mirarán a los ojos de los miembros del consejo legislativo que los adversa y que conocen su disposición a arrodillarse, o con qué cara se presentarán ante cualquier otra institución, independientemente de su color político. Deberán repetir el estribillo de estos días donde vayan, en espera de convencer a alguien. Mientras tanto, pueden pasar a formar parte del chavismo, siempre abierto a recibir a cualquier persona con deseos de poder, sin requisitos de conciencia. En ese bando, necesitado de adeptos, parece que los saltos de talanquera se olvidan con rapidez.
El gobierno ha entendido que, si la oposición se reúne y se toma su tiempo para alcanzar decisiones consensuadas, se hace fuerte y logra quitarle terreno al oficialismo, razón por la cual la ha forzado a tomar decisiones en caliente, planteándole encrucijadas que sólo el oficialismo conoce con anticipación. En este preciso momento, mientras nosotros nos sentimos traicionados por la desacertada decisión de estos gobernadores, el gobierno apenas si se toma el tiempo de saborear su victoria (traducida en atomización de la oposición y destrucción de la fe en el voto y en el futuro). En estos momentos, ellos están pensando en la próxima encrucijada a la que enfrentarán a la oposición.
De haber conocido el chavismo, sin duda Cicerón no habría concluido que la ignorancia de los males venideros es más útil que su conocimiento. Sabemos que nos gobiernan cobardes pues, como dicen los árabes, la crueldad es la fuerza de los cobardes. Y tenemos algún que otro árabe en el poder. Hay que aprender a anticipar sus movimientos y hacerles frente con un criterio único. Pero debemos darnos prisa, antes de que nos acostumbremos al mal y aprendamos a convivir con él.
miércoles, 25 de octubre de 2017
lunes, 2 de octubre de 2017
CONEJO CON QUINCHONCHO
Aunque parezca imposible, recientemente se han sucedido algunos
anuncios y actuaciones por parte del gobierno de Nicolás Maduro que resultan doblemente
asombrosos. Lo de doblemente obedece a tanto el contenido de los anuncios como
al hecho de que aún quede espacio para el asombro, no obstante el continuo
ejercicio de idiotez, cinismo e irresponsabilidad al que nos tiene
acostumbrados la revolución.
Por un lado, está el desparpajo con el que los representantes
gubernamentales niegan la crisis en el país, crisis que ya abarca todos los
ámbitos de la vida cotidiana: alimentación, salud, educación, transporte,
comunicación, seguridad, etc. Todos esos ámbitos han sucumbido a la
incompetencia gubernamental, lo que ha hecho que en medio de la riqueza se
multiplique la pobreza. Ya no es posible en esta “potencia” alimentaria
conseguir ni siquiera un kilo de azúcar,
no obstante las varias centrales azucareras del gobierno; una cama donde dar a luz, no obstante la
supuesta socialización de la salud; un bulto de cemento, no obstante ser este un sector de exclusivo control del Estado desde la
expropiación de las cementeras por parte del Destructor Eterno. Tampoco es
posible lograr conectarse por internet o hacer de manera fácil y exitosa una
simple llamada telefónica nacional, no obstante haber lanzado al espacio varios
satélites y ser el gobierno el total controlador del espectro comunicacional.
Difícil también es hacerse de combustible para los vehículos en
esta “potencia energética”, a pesar de que este es un bien cuya producción y
distribución está bajo el poder total y exclusivo del Estado. El contrabando de
extracción hacia Colombia, que ha existido desde el origen mismo de la
actividad petrolera en nuestro país, durante décadas no causó tanto estrago, probablemente
porque las fronteras abiertas no estaban custodiadas por los artífices de dicho
contrabando. ¿No sería justo que las fuerzas armadas le rindieran cuenta al
Estado por su incapacidad y así obligar al retiro de todos los “in-efectivos”
de la frontera? En este ejercicio
diario del caradurismo, ya se asoman otros culpables de efecto instantáneo. El
sólo anuncio de las sanciones de Trump a
funcionarios revolucionarios causó escasez de combustible y alimentos en el
país, al igual que los huracanes del Caribe afectaron las comunicaciones y la distribución
de gasolina sin haber tocado costas
venezolanas. El gas también tiene tiempo siendo un bien escaso, incluso antes
de Trump y María. Esta lista se puede extender a absolutamente cualquier rubro
o servicio, todos con el mismo resultado: baja o nula disponibilidad no
obstante la participación del gobierno en su producción, importación y/o
generación. El cáos total en medio del creciente control.
En este país de riquezas, donde solo en el transcurso del
último año la liquidez monetaria se ha quintuplicado, el gobierno se las ha
ingeniado para que también haya escasez de dinero. De nuevo, el “culpable”
externo apunta hacia Colombia, como si la inmensa demanda en efectivo para el
pago del comercio ilícito en la frontera bajo el amparo de los hombres de verde
no tuviese impacto. Y es que los verdes cobran en efectivo y hacen sus compras
también en efectivo. Según mis cálculos de ya hace más de un año, un sólo caserío cercano a la frontera le generaba para ese entonces a la guardia seis millones de bolívares semanales en vacuna para el ordeño de vehículos. Todo pagado en efectivo.
Ahora el gobierno, en un abierto ejercicio de desprecio hacia
su pueblo, además de ignorancia, propone la cría de conejos para solventar los problemas
de alimentación. Bajo el lema de “los conejos se reproducen como conejos” y “un
conejo no es una mascota sino 2 kilos de carne”, el gobierno nos empuja al
primitivismo de tener que producir en casa nuestro propio sustento, dando al traste
con siglos de división del trabajo y desarrollo económico. Suponiendo la dudosa buena fe del autor de la
política, es de esperar que se haya contemplado alimentar los conejos con el
pasto altamente contaminado que ahora crece en aceras e islas, pues las alcaldías
no tienen con qué hacer mantenimiento, lo que contribuiría con el ornato de la
ciudad. Los concentrados para animales hace tiempo dejaron de existir en el
país. El gobierno confiará también en que el hambre será tal que le dará a
todos por igual la capacidad de “beneficiar” al animal, sin que aún quede claro
cómo se hará con la disposición de los proverbialmente pestilentes desechos que
estos hermosos animales generan, en una ambiente caracterizado por la reaparición
de enfermedades otrora extintas y la ausencia de desinfectantes. Además, si
bien los conejos se reproducen como tales, también mueren como tales. Los
conejos son propensos a contraer enfermedades propias y comunes, para los que
no hay medicamentos disponibles en un mercado como el venezolano, donde conseguir
una simple aspirina es victoria.
Además de esperar producir nuestra proteína animal, el gobierno
lanza el Plan Quinchoncho, nombre cursi para un problema dramático como lo es
el hambre y la desnutrición que ahora se conocen en Venezuela. El problema con
este plan es que deberemos esperar seis meses para comer, amén de que no queda
claro porqué los agricultores que no vienen produciendo granos por falta de
insumos, comenzarían ahora de producir este otro producto. Con estos programas, el gobierno se ríe en nuestras caras al reducir nuestras necesidades al básico sustento diario a ser cubierto con unos cuantos productos, en espera de que olvidemos la variedad que ya va siendo cada vez más un recuerdo de nuestro pasado, pero que sigue siendo parte del presente de quienes nos dirigen por este despeñadero.
Ellos, que lucen gordos y bien alimentados, difícilmente conseguirían les sirvan
quinchoncho en los restaurantes que frecuentan.
En todo caso, no importa si al
final no hay conejos ni quinchoncho, porque el gobierno se da el lujo de
experimentar ideas trasnochadas en este tubo de ensayo en que se ha convertido
nuestro país. Sus rostros curtidos por el cinismo estarán capacitados para
salir a culpar a un tercero, o simplemente abandonar el tema y jamás volver a
hablar de él, tal y como han hecho en varias oportunidades. Y es que esa es la herramienta constante de política que ha aplicado siempre la revolución:
el olvido. Al fracaso del quinchoncho le seguirá la propuesta de la moringa, así como los conejos vienen a sustituir los gallineros verticales. La guinda a esta sarta de burlas y actos de cinismo son las donaciones de combustible y alimentos a países afectados por los huracanes. No es es que no se deba ser solidarios; es que a nosotros nos vienen destruyendo los huracanes Hugo y Nicolás desde hace años y no solo nadie nos ha ayudado, sino que encima los hemos mantenido.
Hasta ahora, pareciera que el único problema que el gobierno
ha logrado resolver es el de los cupos universitarios: con buena parte de
nuestros jóvenes fuera del país y otra parte abandonando los estudios por
desesperanza o para poder contribuir con el sustento familiar, cupos sobran.
Lástima que ya no queden profesores.
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