lunes, 3 de enero de 2011

CARAMELO DE CIANURO

Algunos partidarios del gobierno que apoyan la nueva ley de universidades (y digo algunos pues no todos ellos están de acuerdo con dicha ley, así como tampoco lo están con la ley habilitante) consideran que con esta ley se destruye lo viejo, inoperante y excluyente para sustituirlo por lo nuevo e incluyente. Si en algo podemos estar de acuerdo con ellos es que esta ley, al igual que otras aprobadas y aplicadas arbitrariamente por este gobierno sirven para destruir.

Claro está que no toda destrucción es necesariamente dañina. El economista austríaco Joseph Schumpeter hablaba de la DESTRUCCION CREATIVA o proceso en el que los métodos de producción obsoletos son reemplazados por métodos de producción innovadores, que permiten obtener cada vez más y mejores productos, resaltando además el papel vital de los empresarios en este proceso creador. Debo acotar que, no obstante considerar al capitalismo como el mejor sistema económico, Schumpeter asumía inevitable el colapso del capitalismo ante la creciente intromisión del gobierno en la actividad económica, atraído por el éxito de dicho sistema. Cualquier parecido con nuestra realidad no es coincidencia.

 
Los que tenemos memoria y edad suficiente para recordar la Venezuela de las últimas cuatro o cinco décadas del siglo pasado sabemos de ejemplos vivos de esta destrucción creativa, a pesar de los problemas de corrupción e incapacidad que caracterizaron los gobiernos de la época y los nada excepcionales ingresos petroleros, comparados con los de los últimos años, incluso en términos reales.


Pero incluso los más jóvenes tienen ejemplos de la destrucción nada creativa a la que ha venido sometiendo el país este mal llamado gobierno de todos: industrias que cierran sus puertas en el país para abrirlas en territorios vecinos; terrenos abandonados donde antes había haciendas productivas; edificios inconclusos por falta de materiales en espera de la importación de cemento de Cuba (país no productor de cemento) cuando antes lo producíamos nosotros mismos; carreteras destruidas por falta tanto de mantenimiento como de construcción de nuevas vías, mientras le asfaltamos carreteras a Bolivia; toneladas de alimentos que antes producíamos internamente, ahora pudriéndose por todo el país para abonar la famosa soberanía alimentaria donde sólo los twitteros llegan a tiempo para comprar los escasos suministros de leche, harina, aceite o el producto cuya escasez esté de moda; el retorno de enfermedades que considerábamos más que superadas; la destrucción de nuestras universidades, donde estudiantes de toda clase social lograban egresar y acceder así a un mejor nivel de vida.


Siempre he considerado lógico el que empleados y obreros tengan participación en la elección de las autoridades que los rigen, no así los estudiantes cuyo paso por la universidad no es sino transitorio (a excepción de algunos estudiantes de oficio) y cuya inmadurez los hace más manipulables. Bueno, en realidad siempre he estado de acuerdo con universidades no manejadas por profesores sino por personas contratadas para tal fin, como ocurre en muchos otros países, con lo que podrían evitarse muchas irregularidades administrativas. La nueva ley de universidades, “incluyente y democrática” permitirá la participación de empleados y obreros en la elección de autoridades universitarias que no tendrán poder de decisión alguno, pues todo el poder se concentra en un ministro de educación superior nombrado a dedo por el presidente y no escogido por “el soberano”. Este caramelo de cianuro puede que alegre provisionalmente a más de un trabajador universitario. Pero la alegría le durará hasta el próximo día de pago, cuando se percate que la devaluación y el incremento del IVA le quitan una buena tajada de su sueldo, no ajustado hace varios años, en aras de un supuesto plan de recuperación del país tras los desastres ocasionados por las lluvias y el despilfarro de los cuantiosos recursos que ingresaron al país, pero que no garantizaron el prometido blindaje contra la recesión.

Ahora si, la pobreza de Venezuela es de todos!!!

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